lunes, 23 de septiembre de 2013

ENTREVISTA DE JAVIER GUTIERREZ A CARLOS IGLESIAS

"Adoro este país y me encanta ser español, pero le tengo rencor porque me duele profundamente" El director de cine Carlos Iglesias vino a Astorga a recoger el Premio de Honor del Certamen Nacional de Cortometrajes. Hijo de la emigración suiza, sus películas profundizan en las migraciones laborales y el exilio, dos constantes a lo largo de la historia de España, un país al que volvió y del que se siente decepcionado: "es un país de risa y efectivamente, no tiene ninguna gracia pero es un país de risa…", dice en un momento de esta entrevista realizada por el director de cine astorgano Javier Gutiérrez, 'Saberius'. JAVIER GUTIÉRREZ: ¿Qué es lo que te mueve a adoptar, en un momento de tu vida, partiendo de un registro en clave cómica, el compromiso de la realización, pasando por la tragicomedia y derivando hacia el drama en ‘Ispansi’? CARLOS IGLESIAS: Pues yo creo que los que nos mueve a todos es contar historias, sobre todo… Yo además no vengo del mundo del corto, no tengo una idea estética sobre el cine… Lo que me interesa realmente es la historia en sí… Yo siempre les digo a los cámaras que procuren que la cámara pase desapercibida; no me gusta que tenga protagonismo la cámara. En ese sentido también hay que decir que yo no he elegido ser director… Con ‘Un franco, catorce pesetas’ me ocurrió que, después de tocar a muchos productores, el que se interesó por la historia me dijo que se metía en ella siempre y cuando yo fuera el director, entendía que era una historia muy personal y se la podía dar a otra persona pero yo iba a ser como la mosca cojonera que iba a estar detrás de él durante todo el rodaje, diciéndole “esto es así, esto no es así” y me dijo: “Bueno, como tu has vivido la historia dirígela tú… Te lo piensas y me das una contestación…” Ya habían pasado muchos años, yo llevaba mucho tiempo intentándolo, tres años y medio, y como veía que no salía lo consulté con mi familia y con mis amigos y al final me animaron ellos a llevar la dirección… Y sí es verdad que después se te mete el veneno en el cuerpo (risas), y es cierto que el poder del director es la capacidad de contar la historia tal y como tú la quieres contar, ¿no?... Y sobre todo elegir las historias que a ti te interesan contar… Hay cosas que te importan y otras cosas que no te importan en la vida… Y eso no es una ventaja que tenga el actor; el actor siempre trabaja para el recuerdo, la memoria o, en cualquier caso, la historia de otro, ¿no?... J.G.: Realmente, las anécdotas remiten a muchos capítulos autobiográficos de tu infancia en Suiza, por ejemplo, desde ‘Un franco, catorce pesetas’ hasta la segunda parte que estáis presentando, ¿fue mucha la labor de selección de aquellos recuerdos que se agolparían en la memoria, en un momento dado?... C.I.: Sí, tuve más material del que hubiera querido por lo que te contaba antes… Yo tardé cuatro años en conseguir sacar la película adelante, entonces tres años, tres veranos, los dediqué a recopilar historias en Suiza de familias italianas y españolas o sea, ‘Un franco catorce pesetas’ digamos que es la historia no sólo de mi familia, sino también de otras familias italianas, por ejemplo la historia de la hija que se supone que Martín tiene con una suiza es la historia que me contó un italiano de 75 años a orillas de un río, allí, él estaba convencido de que la patrona con la que tuvo un ‘affaire’ tuvo un hijo de él… Y entonces me pareció que era una historia muy bonita, sobre todo por cómo la terminó, diciendo que la suiza jamás le pidió explicaciones sobre esa historia, ¿no?... Y a partir de ahí la introduje como si formara parte de la vida de mis padres, aunque obviamente hay cantidad de cosas que no les ha pasado a ellos… J.G.: Para la realización de ‘Ispansi’ además existe una aportación extra, una documentación exhaustiva respecto a esa época, e incluso en alguna ocasión has comentado cómo Ángel Gutiérrez, un profesor asturiano que tuviste en la Escuela de Arte Dramático, muchas de sus anécdotas que te transmitió de primera mano te inspiraron a la hora de llevar a la pantalla esa historia con todos aquellos testimonios de los niños de la guerra… C.I.: Sí, yo cuando llegué de Suiza obviamente desconocía la historia de los niños de la guerra, y al encontrarme en la Escuela de Arte Dramático con Ángel Gutiérrez, mi profesor de interpretación, que hablaba mucho sobre Rusia, y sobre su infancia en Asturias y cómo fue el viaje y cómo fue la acogida, y demás; me interesó muchísimo su historia, yo creo que entre la de él y la mía hay un lugar común, y es el estar fuera de España e idealizar España desde fuera, y darse cuenta de lo que es el país cuando vuelves, ¿no?... La desilusión que él sufrió posiblemente incluso haya sido mayor que la que yo tuve cuando volví de Suiza, ¿no?... Y a partir de ahí me pareció que era una historia muy interesante… Yo siempre digo que hago películas para mis hijos… Para que ellos sepan un poco más de nosotros mismos, ¿no?... Porque es cierto que cuando yo empecé a escribir sobre la emigración española en los años sesenta, y hablaba con los amigos de mis hijos, que en aquellos tiempos podían tener del orden de catorce o quince años, no sabían absolutamente nada, o sea, ignoraban que este país había tenido en los años 60 hasta cuatro millones de emigrantes y que prácticamente no hay familia que no haya tenido ningún miembro en la emigración en aquella época… Me pareció triste, y a partir de ahí me propuse el contarlo, y algo parecido ocurrió con los niños de la guerra… J.G.: Y además hablas mucho de todos aquellos voluntarios, profesores, desplazados, que intentaron hacer en la propia Rusia para estos niños algo que se pareciera a un hogar, como el que habían dejado… Y llegas a hacer un cómputo de unos 3.500 desplazados, en aquél momento… C. I.: Sí… 3.000 niños fueron a la Unión Soviética, aproximadamente unos 500 adultos les acompañaron en ese viaje, de una forma absolutamente voluntaria, incluso muchos de ellos dejando a sus familias aquí, familias que creían que dejaban para seis meses, para un año todo lo más, y que al final supuso el dejarlas para toda la vida; porque prácticamente todos tenían un compromiso político, bien con el Partido Comunista Español o bien con el Partido Socialista, y Franco no consideró que había que autorizarles la vuelta, ¿no?... Lo cual se hizo con los chavales a partir del año 57, no con los adultos… Entonces ellos perdieron toda su vida en la Unión Soviética, y digo perdieron porque con los pocos de ellos que pude hablar lo entendían así, entendían que habían perdido su vida en la Unión Soviética, ¿no?... Estaban muy agradecidos a la Unión Soviética porque habían sido muy bien acogidos, obviamente el estar separados de su familia y de sus raíces fue un ‘shock’ tremendo durante toda su vida… J.G.: Otro de los elementos de tus películas que llama la atención, es precisamente la labor de despojar de todo maniqueísmo a los personajes, es decir, por ejemplo en la historia de ‘Ispansi’ se habla de una persona como Álvaro, un compromisario político, que se debe a la causa comunista y que se llega a enamorar de Paula, la hija de un burgués derechista, y llegan a nacer entre ellos sentimientos muy poderosos, desde un inicial sentimiento lógico de encono (como enemigos naturales). Al final llama la atención cómo has logrado una aproximación de las dos Españas, una reconciliación a través de los personajes… C. I.- Sí, es muy voluntario además este propósito que me ha supuesto infinidad de problemas a la hora de mostrarlo a la gente, es como que tienes que ser de un sitio u otro, te tienes que definir… Yo creo que la película está perfectamente definida pero en ese sentido me parece que subrayar excesivamente la obviedad es negativo para la historia… Yo sé de multitud de enamorados que pertenecían a un lado y a otro de esta España dividida, y me pareció que era bonito contarlo pero además, cuando me empecé a documentar, de pronto me encontré con un capítulo de nuestra historia que nadie me había contado, y creo que muy poca gente sabe, y era el encuentro que hubo entre españoles de la División Azul y españoles comunistas en el frente ruso… Y cómo entre ellos se ayudaron para que los alemanes no fusilaran a los comunistas o las tropas soviéticas no fusilaran a los divisionarios… Y esos españoles que aquí se hubieran matado a golpes, allí se defendían porque, consideraban que a 4.000 kilómetros de distancia, eran más hermanos que enemigos, ¿no?... Y a mí me pareció que era muy honesto el contarlo en la película… Dios mío… No te puedes imaginar lo que esas cosas suponen… J. G.: Me lo imagino… Recuerdo que además lo recalcabas en la ‘voz en off’, llegabas a decir en la película de ‘Ispansi’ a través de las voces de sus intérpretes y de la propia del narrador, cómo en la secuencia de las ejecuciones de los comunistas en el bosque por los alemanes, y de su salvación por los divisionarios, aquella no fue la única ocasión en la que se produjo semejante acción, sino que se había repetido en muchos otros momentos… C. I.: Hay una, además, especialmente atractiva para mí, que es cómo un grupo de falangistas españoles de la División Azul llegó a una aldea de judíos sefarditas en los alrededores de Leningrado, y consideraban que eran españoles porque se podían entender perfectamente con ellos, y cuando llegaron los alemanes para llevarse a los judíos ellos dijeron que eran españoles y que no los tocaran, incluso se llegaron a enfrentar españoles y alemanes, que eran del mismo bando obviamente, y los españoles consiguieron que al menos ese día, no se los llevaran a un campo de concentración… También es verdad que la historia no termina ahí, posiblemente, y eso no lo puedo asegurar, llegarían más tarde los alemanes y terminarían por llevárselos, pero esas 24 horas que les ganaron de vida a esos judíos, por el hecho de que hablaran el mismo idioma y de que ellos entendieran que eran españoles, a mí me emociona y me gusta, porque tenemos tantas historias desagradables sobre nosotros mismos, que cuando encuentras una así… J. G.: La importancia además de ‘localizar’ en esa vía muerta, ya que los niños no pueden coger ese tren puesto que tienen que dejar la vía libre para los soldados desplazados al frente de Stalingrado, es como un tema central, lo que sitúa la acción en ese ‘setting’ impresionante incluso para su estética, ¿cómo surgió el hecho de contar con Tote Trenas en la fotografía para elaborar esa estética tan pictórica, al más puro estilo de un ‘David Lean’?… C. I.: Tote fue mi director de fotografía en ‘Un franco, catorce pesetas’; a partir de ahí nos hicimos muy amigos y él aporta todo el desconocimiento que yo tengo del oficio… Yo le cuento lo que he soñado y él me dice si es posible o no es posible… Hemos llegado a ese acuerdo, ¿no?... Yo le digo… Mira, lo he imaginado así… ¿Tú crees que es viable? Y hay muchos que me dicen: “no, así no se puede contar” y Tote es de los de: “Sí se puede, Carlos… Ya verás como sí se puede”… Y da gusto con él porque te anima mucho en el sentido de que da valor al planteamiento estético que has hecho tú de la película y eso, hablando de una persona que conoce tanto la estética del cine como él, a mí la verdad me parece muy bonito… J. G.: Además, recordemos que fue el director de fotografía de ‘Solas’, de ‘La buena estrella’, es un director de fotografía que está acostumbrado a trabajar mucho la composición del plano, tamiza muy bien la luz… C. I.: Además está encantado porque los proyectos que le presento, en ese sentido, son muy atractivos para él, porque de pronto nos vamos a los Alpes, o recreamos la Rusia de la Segunda Guerra Mundial, en cualquier caso estamos con paisaje y con nieve y con sentimientos a flor de piel que transmiten el frío, el calor, la humedad del bosque y es algo que le emociona porque es un hombre que, aparte de ser director de fotografía yo le considero como muy campesino en ese sentido de adorar la naturaleza, a mí me impresionaba cómo tocaba los árboles, la rugosidad de la corteza, es algo que lleva muy a ras de piel… J. G.: Sin duda, resulta admirable, en todo momento, tanto la elección del equipo artístico como la del técnico… Existe una química especial… Actores, operadores, la selección detallada del vestuario, la complejidad de la producción, ya que estamos hablando, en todo caso, de películas de época y además en localizaciones muy diversas y con temperaturas contrastadas… Tenemos un clima de 30º o 40º bajo cero y pasamos a Sevilla, o a Galicia, en el caso de las otras dos películas… Existe un cromatismo opuesto, un cambio total de la luz que se refleja en el color y en todas sus tonalidades… Esto incrementaría igualmente las complejidades ya existentes por el cambio tan ostensible de localizaciones en la producción… C. I.: Sí, el frío asusta más de lejos que de cerca… Sobre todo si sabes dónde vas a ir y te equipas adecuadamente… Yo recalqué mucho la importancia del final… Rusia se recreó en el Yura suizo, y nunca subimos de 12º bajo cero. Es un altiplano a 950 metros de altitud, que era lo más cercano a España que teníamos con nieve asegurada, con unos paisajes que no tuvieran montaña, porque estábamos recreando la llanura central rusa, y el tema del clima era importante… Encontrar lagos helados y demás… Aquí los podíamos haber buscado pero los encontrábamos a partir de 3.500 metros, con lo cual ya no daba sensación de estepa ni mucho menos, sino más bien de alta montaña, que es lo que era, obviamente, y ni siquiera a esa altitud en España te puedes asegurar la nieve… Sobre todo el ‘raccord’ de nieve, porque puedes tener un día una nevada de un metro y medio pero sabes que con este solazo, al día siguiente se ha quedado en nada… Entonces cuando ya tuvimos claro que no podíamos ir a Rusia a rodar esta película, de los sitios que yo conocía, que me acordaba, que estuve localizando para ‘Un franco’… , era el altiplano del Yura, que la llaman, por cierto, la Siberia suiza, pero que además tiene una característica especial y es que, el tipo de construcción es prácticamente idéntico por las fotos de la documentación que tuvimos más tarde, de la República de los alemanes del Volga, o sea, aquellas construcciones que los alemanes suizos y austríacos se llevaron a Rusia en tiempos de la zarina, con lo cual lo teníamos todo. Pero hablando con el embajador español en Berna, nos señaló otro punto de encuentro maravilloso, y es que no tenía que llevarme a los niños desde España, porque la tercera generación de niños españoles ya nacidos o criados allí en Suiza, asistían todavía a clases de español dentro de sus propios colegios suizos, para no perder el idioma ni los conocimientos sobre España… Con lo cual, a través de los colegios nos pusimos en contacto con ellos y lo teníamos todo muy cerquita, realmente a 1.300 kilómetros de Madrid y nuestros camiones podían llegar… Estamos hablando de que queríamos hacer una película importante con los medios de una película española… Entonces eso es como intentar lo imposible… Es una película que si la llegan a hacer los franceses no se hubiera hecho por menos de doce millones de euros y si la llegan a hacer los americanos hubieran metido mucha más batalla, habrían podido recrear aquello que yo siempre tenía en mente, y que al final fue imposible, como era la huida de Moscú y ese tipo de cosas que para mí era imposible… Yo tenía que estar en campo, en nieve y todo lo más en trenes, ¿no?... Pero bueno, con todo y eso, yo he contado la historia que quería contar, pero sobre todo era un homenaje a aquellos adultos que, decíamos antes, que habían acompañado a los críos, y de los que se sabe poquísimo… Porque se sabe mucho de los niños de la guerra, el más tonto resultó que vino con la carrera de ingeniero hecha de allí, y todos han escrito sus memorias, porque escriben maravillosamente bien, pero nadie o muy poco, yo no he tenido la suerte de localizar ningún libro, se ha escrito sobre estos adultos… Y a mí me pareció que saltarse el que hayan dejado sus vidas para acompañar a unos críos que no eran sus hijos, es muy triste… Alguien les tenía que recordar… J. G.: Voluntarios que encarnan tan bien, con toda su extensión metafórica y simbólica, y sus múltiples connotaciones, personajes como Ángel, o como la misma Paula, coprotagonista de la historia… El de Ángel parece que va mucho más allá que un mero personaje secundario… Es un profesor que simboliza toda la grandeza de aquellos desplazados que lo dieron todo por una causa y cuando se encontraron con esta situación, al igual que pudo pasar con los exiliados que después vivieron en aquellos barracones del Sur de Francia, y a su drama personal del exilio se les unió la llegada de la Segunda Guerra Mundial y su deportación a los campos de concentración… En cierta forma existe un paralelismo con todos aquellos que pensaron que la guerra iba a acabar mucho antes, que en un año se iba a dirimir, que sería un pequeño exilio, y que terminarían ganándola… C. I.: O que, en el peor de los casos, los aliados se fijarían en España, que fue el gran drama del exilio político español… Todos creían que de alguna forma los aliados, después de vencer a los alemanes, cuando habían avanzado por Italia, iban a seguir con otro dictador que quedaba en Europa en ese momento que era Franco… Pero como todos sabemos, se encontraron los dos ejércitos, el americano y el ruso y dijeron… No, más vale tener a Franco ahí, no vaya a ser que los rusos quieran ir cogiendo más terreno, ¿no?, y entonces fue la gran maldición de la República Española, que no pudieron volver porque nadie les echó una mano para expulsar al dictador… J. G.:¿Qué sensaciones te están dejando los tests previos al estreno de tu última película, ‘Dos francos, cuarenta pesetas’? C. I:- El pase de los cines ‘Kinépolis’ para testarla con público fue maravillosamente bien… Es curioso porque de tanto montar y ver la película llega un momento que pierdes hasta tus propios ‘gags’, y ya como que no te hacen gracia a ti, que los has escrito y ya no los reconoces como ‘gags’, y de pronto la risa, la sonrisa o la carcajada de la gente te recuerda que ahí lo había (risas) y el día 16 para ‘la Universal’ vamos a hacer un pase con público para 400 personas, el preestreno lo decidirán más adelante las distribuidoras… J. G.: ¿De alguna forma supone el cierre de la trilogía de la emigración?... C. I.: Yo ya no me atrevería a decir que cierra nada porque tengo en mente otra historia que tiene que ver… Digamos que uno está ligado… No sé quien decía que siempre se hace la misma película un millón de veces, ¿no?... El caso de Woody Allen es clarísimo, ¿no?... Todas sus obsesiones están en sus películas y no sé por qué leches a mí me ha tocado, posiblemente por haber vivido la emigración, contar este tipo de historias… Que de alguna forma estaban también olvidadas por nuestro cine, quitando ‘Vente a Alemania, Pepe’, pues nadie se había fijado en el tema de la emigración… Y hasta ahora sí he dicho que era una trilogía y la quería cerrar con una comedia porque me apetecía mucho, y efectivamente la comedia está hecha, se habla de los mismos personajes, se habla de una evolución de esos personajes siete años más tarde, se habla de una España mucho menos casposa de la de los sesenta, se habla ya de emigrantes que pueden viajar en avión, que tienen una segunda vivienda en Torrevieja, que de alguna forma han salido de esa España gris que se vivía en los sesenta, y se habla también de los que se quedan y la visión que tenían de España, porque es curioso, y eso ya me chocaba mucho, cuando era un chaval de 19 o 20 años, cuando iba a allí, era como si no hubiera pasado el tiempo, los españoles recordaban la España que dejaron en ese año 59 o 60, pero claro, contradecirles, me resultaba, a mí, que era un chaval, doloroso para ellos, y entonces no decía nada, pero obviamente no estaban hablando de la España que ya existía… J. G.: Yo lo entiendo como un cierre de la trilogía porque adoptas ese trono de tragicomedia en la que priman los elementos costumbristas de la primera y tercera parte, que se diluye en la segunda para cargar las tintas en el rigor documental y la profusión de datos y experiencias dramáticas que ofreces en ese ‘ínterin’, mediante la ‘voz en off’, las situaciones de los personajes y el completo cambio de registro que deriva hacia el mencionado drama… ¿Quizás queda entre medias para mostrar la verdadera realidad vivida por muchos o la otra cara de la emigración, lejos del tono liviano adoptado por el inicio y la conclusión, o para cubrir un espectro más amplio de vivencias?... C. I.: Bueno, yo creo que hay cosas que se pueden tratar con un tono de humor y hay otros que cuesta mucho introducir el humor. A mí el exilio, que es una manera más que ha tenido este país de empujarnos hacia fuera, lo he contado muchas veces, y yo creo que el protagonista absoluto de las tres películas es España, aunque nunca estamos en España, pero se añora, se reclama volver a España, es como que España esta ahí, pero esa jodida España es la que te ha dado una patada en el culo y te ha empujado fuera, ¿no?... O bien para buscarte la vida como emigrante… O bien por el momento político que estaba viviendo y el exilio obligado que tenías… Entonces yo creo que… Adoro este país y me encanta el ser español si eso lleva a algún sitio, pero además de todo eso le tengo un rencor profundo porque me duele profundamente… Entonces, es como cuando llegué de Suiza y dije… cuando sea mayor este país se parecerá a Suiza y yo me voy de aquí y esto no se parece en absoluto; me refiero a esas partes que me gustaría que se parecieran, como ese cuidado que ellos tienen por la Naturaleza, ese cuidado que ellos tienen por lo que es de todos, y no particular, eso que tantas y tantas veces hemos hablado todos y que vemos en cuanto viajamos un poquito y que es tremendo… Y ahora figúrate la que nos ha caído, no hay político honrado, esto ya es… (sonrisa y seriedad) es tremendo porque nos quita fuerza, nos quita ganas de luchar, es como que nos van a robar en cualquier caso y entonces no vale la pena ser demasiado honrado, esto es un ‘handicap’ enorme para cualquier país. J. G.: Y además se nos presenta otro paralelismo evidente… Vuelve otra vez el ciclo de la emigración, aunque en este caso por la falta de empleo en nuestro país y al mismo tiempo tenemos que hacer una reflexión sobre el inmigrante aquí, puesto que en su momento nosotros también fuimos emigrantes, ahora volvemos a serlo de nuevo… C. I.: Sí, yo conté en ‘Un franco, catorce pesetas’, cuando este país se estaba llenando de inmigrantes y no me gustaba para nada el talante que teníamos hacia ellos… Pero en muy poco tiempo nosotros hemos vuelto a estar en el hecho de la emigración, lo cual me parece tremendo, yo creía que esa etapa ya la habíamos superado, que habíamos llegado al ‘status’ que tienen nuestros países de alrededor, los que se supone que son iguales a nosotros y nosotros a ellos; bien es cierto que no es la misma emigración, porque ahora, todavía es más tremenda, porque se exige que lleguen a Alemania o a Holanda gente con una preparación que, obviamente, sería maravilloso que dieran esos frutos en su propio país, ¿no?... Pues sí, esto va a ser un lastre que vamos a arrastrar durante un montón de años… Parece que yo ya no lo veo, pero tú lo vas a sufrir… J. G.: Yo creo que de alguna manera, unos de una forma y otros de otra, lo están padeciendo. Quizás tenga un poco que ver todo, la corrupción de la que hablabas… C. I.- Sí, yo creo que todos tenemos el país que nos merecemos… Estoy absolutamente convencido de ello… J. G.: Y que está todo interrelacionado, porque en el momento que hay corrupción política, la hay empresarial; el empleo se convierte en precario, incluso desaparece… C. I.: Claro, y figúrate la opinión que debe tener de nosotros un alemán o un holandés que lea el periódico y digan…¿Y estos nos piden dinero?...¿Para qué?...Para derrocharlo lo hacemos nosotros mejor que ellos, ¿no?... Es tremendo… Decía mi padre que es un país de risa y efectivamente, no tiene ninguna gracia pero es un país de risa… J. G.: ¿Te gustaría avanzarnos algo de algún proyecto futuro o que tengas en el horizonte?... C. I.- Hemos empezado el lunes una serie para ‘Globomedia’ que hacía muchos años que no entraba otra vez en algo de televisión y Daniel Écija es un hombre que ha sido muy generoso conmigo, me ha ofrecido siempre un trabajo en alguna de sus series, pero siempre me había pillado o bien preparando o bien a punto de rodar una película, en estos últimos años y ahora pues voy a hacer caja porque lo necesito, ya que el cine es maravilloso pero realmente la televisión es la que te da de comer, ¿no?... J. G.: Y más con esta nueva situación, ¿no?... El recorte tremendo… C. I.: Eso es increíble… Cuando me he enterado el otro día que Francia había bajado de un 7% a un 5% el IVA en cultura, me daba una envidia… Me daban ganas de hacerme francés, con eso te digo todo… J. G.: Y además ha repercutido prácticamente en todos los ámbitos… Ha habido reducción de subvenciones por una parte pero también cierre de salas por el aumento del IVA, falta de inversiones… C. I.: Estamos muertos antes de nacer, o sea, no tenemos ni la más mínima oportunidad de sacar la cabeza… No podemos sobrevivir en este oficio, eso hay que decirlo claramente… Es tremendo… Yo por la edad que tengo creo que, mal que bien, llegaremos al final… Pero los chavales que empiezan ahora, mis hijos que están entusiasmados con este oficio, yo no sé que decirles… No sé qué decirles… No sé ni cómo van por la mañana a trabajar, a intentarlo… Debe ser una desilusión tremenda el saber que tienes un país que no te apoya en absoluto para nada… J. G.- Quizás la solución pueda ser la mirada hacia otros países, la coproducción, la interrelación cultural… C. I.: Si cada vez somos más pequeños porque cada vez podemos hacer menos cosas, porque las cosas que podamos hacer son cada vez más pobres, realmente, como coproductores, por ejemplo, las coproducciones con Suiza, ellos no podrían ser mayoritarios, estamos hablando de un país de siete millones de personas contra uno que tiene 45 millones. Somos nosotros los que tenemos que dar un paso adelante y según las historias que cuenten, porque si somos minoritarios, el que cuenta la historia es el francés y el que te pide ayuda es a ti… Pero si nosotros queremos contar las historias el que va a ser minoritario es el francés… Y para eso… El mayor coproductor, lo primero que pone encima de la mesa ¿qué pone?... Yo pongo el guión y tú te lo ventilas… Es muy difícil… J. G.: ¿Y recurrir a conceptos universales que se puedan exportar a mercados como el oriental, que pueda comprenderse apelando a nuestras sensibilidades comunes? C. I.: Yo creo que toda película que merezca la pena llamarse así se entiende en cualquier parte del mundo y sobre todo en un mundo global como el de ahora, ¿no?... ‘Un franco, catorce pesetas’ se ha pasado hasta el presente por más de cuarenta países, algunos de ellos orientales, y los cines estaban llenos, y la han entendido perfectamente aunque ellos no hayan hecho una emigración a Suiza, igual que nosotros entendemos las historias de la Guerra de Secesión americana y no la hemos vivido, y ya no te digo nada con las de los romanos y las faldas cortas (risa), entonces yo creo que el buen cine o el cine que puede interesar sí es universal; pero claro, tienes que tener unos mínimos para publicitarte y para hacerte un hueco dentro de la oferta tan tremenda que hay hoy en día, para abrirte un hueco y que se te vea la cabecita… Y si no se te ve la cabecita mueres… Y se entera de que has hecho una película tu madre y un primo hermano que tienes en Quintanar de la Orden…, al que le llamas tú para que se entere porque si no, no se va a enterar… J. G.: …y los presupuestos son elevados y hay que amortizarlas… C. I.: Claro… El cine, el mayor ‘handicap’ que tiene es que es caro… O sea, al contrario que un artista, o un pintor, que con veinte euros se ha comprado un lienzo, o unas pinturas, y efectivamente, puede hacer una obra de arte o maestra por la que le paguen una millonada, el cine como requiere de muchos oficios es caro, aunque ahora se pueda hacer una película por menos dinero, gracias al vídeo digital… Antes una copia de una película te costaba del orden de 800 euros; ahora por 100 euros tienes una copia para llevar a cualquier cine, incluso al mejor cine del mundo, pero con todo y eso en una película normalita intervienen del orden de 70 o 75 personas directamente, sin contar actores, pues imagínate cada uno, obviamente, teniendo que comer de un sueldo que salga de esa película… Es un producto caro… Pero también es cierto que es la obra más completa que existe hoy en día, ¿no?... No hay nada equiparable a ver una buena película, o bien en tu casa o bien en una sala… Lo tiene todo… Tiene música, tiene fotografía, tiene actuación, tiene paisaje, conoces mundo, conoces historias… J. G.: ¿Y qué te parecen, por ejemplo, herramientas de financiación como el ‘crowd funding’ a través de Internet, mediante las cuales, mostrando en una web el proyecto de tu película, como en un escaparate global, lo puedes presentar en cualquier parte del mundo y conseguir financiación a partir de que alguien se interese por él, aunque esté en las antípodas, por ejemplo en Australia…? C. I.: Yo creo que para películas muy pequeñitas que se hacen por 300.000 euros con un grupo de amigos, de entre los cuales uno pone el piso y se rueda ahí mismo, pues ese tipo de cosas sí se pueden sacar así; ahora bien, ¿cómo levantas una película de tres millones de euros, ¿me entiendes?... Tardarías toda una vida y, vamos, a mí no me queda vida suficiente (ríe)… Te lo dejo a ti a ver si tú… No creo que sea la forma de hacerlo, ni muchísimo menos… Hombre, hay lo que sí funciona en Estados Unidos, la gente que invierte en cultura o en cine se puede desgravar hasta un 50% de la inversión y eso sí sería una posibilidad… Yo creo que los países que la han adoptado, la verdad es que les ha funcionado maravillosamente bien… Y otra cosa es la ayuda estatal, porque si no solo conoceremos historias de Nueva York, de Tennessee o de Ohio, pero no sabremos nada de Astorga, ni de Valladolid, ni de Alicante, ni nada que tenga que ver con nosotros… Sólo sabremos historias americanas… A mí me sorprendió mucho al llegar a Nueva York que, cuando después estuve en Valladolid dije: ¡vaya, sé más de Nueva York que de Valladolid!... Llegabas y todas las calles te sonaban… J. G.: Y para la distribución de todas estas películas, ¿crees que en el futuro podría haber un pacto para que se pueda ver cine con calidad pagando un pequeño precio…? C. I.: A mí me parece que sería muy honesto que fuera así, a mí me parece que el cine está caro, y sin contar la subida del IVA, yo me acuerdo que cuando era un chaval podíamos ir al cine sin que a nuestros padres les costara nada, también es cierto que existían esos cines de barrio donde veías dos peliculones, que efectivamente no estaban en estreno, pero de chaval te daba igual, y te veías dos peliculones, dos películas de una vez: ‘Ben-Hur’ y 'La Biblia en verso', vamos… (risas) Y por muy poquito… A mí me gustaría recuperar ese tipo de contacto con el cine porque únicamente que exista cine de estreno me parece un poco…. En esta sociedad que cada vez es un poquito más pobre, me parece que está fuera de lugar… J. G.: Abogarías entonces porque hubiera una Serie B… C. I.: Sí… A mí me parece que sí… Que fue tremendo el haber perdido esas salas, pero de alguna forma… A lo mejor no con el tamaño que tenían… Porque teníamos unos pedazo de cines en los barrios… impresionantes… Pero es cierto que a los jóvenes hay que mostrarles de nuevo la importancia del cine para ver una película… Que por mucho que la película sea cojonuda no se ve igual mientras tu madre está friendo y te llama para cenar, que cuando estás ahí, y has tenido la voluntad de ir a ese sitio determinado y la luz está apagada y ya no te digo nada si es una comedia y compartes con otros la risa o la carcajada, y participas del calor humano que transmite una película y un momento, entonces eso es maravilloso, claro, a mí me horroriza que mis hijos puedan ver películas en el móvil, digo: ¡pero qué ves!... Es como me decían a mí el otro día… Estaban viendo la diligencia… Digo: “…pero ¡qué ves, si no ves a ningún indio, un mogollón…!” J. G.: Ahí sí es cierto que el tamaño sí que importa… C. I.: Vamos, no tiene nada que ver… J. G.: La experiencia de la sala oscura es única… Algunos la llegaban a comparar con los templos, o el templo del cine, y es algo realmente insustituible, que nunca se podrá comparar con otra cosa, por muy sofisticada que sean los equipos de reproducción de imagen y sonido… C. I.: Bueno, es cierto que hoy, los televisores que hay, yo tengo un amigo que tiene un televisor de 90x95 que es impresionante, pero cuando ve una comedia, pues está más solo que la una; tu ves ‘El guateque’ de Peter Sellers sólo o con un whisky y… bueno… Pero lo ves con 400 personas y te partes… A mí me echaron del cine… En 'El jovencito Frankenstein', me echaron del cine porque ya no podía más… Me moría de risa… Y la he vuelto a ver en mi casa y digo… Bueno, está bien, pero… ¡No hay color!... Ni muchísimo menos… J. G.: ¿Te gustaría añadir algo más a la entrevista, o hablar de algún tema específico…? C. I.: No, estoy muy agradecido a la ciudad de Astorga y al festival de cine de que me haya concedido sin ningún mérito para tenerlo este premio de honor y me siento muy cercano a vosotros porque como ya he dicho muchas veces, tengo amigos que tienen casa en Chana de Somoza y cada dos por tres estamos por aquí, y ya me he hecho con un grupo de amigos de aquí de Astorga, que vendrán mañana, y que me están esperando… Yo creo que ya está todo dicho, y que es una entrevista muy interesante además, la que has hecho… J. G.: Interesante por la información que nos has aportado tú… C. I.: No, pero hay preguntas y preguntas… Preguntas de gente que te viene, y eso es verdad, sin haber visto ‘Un franco, catorce pesetas’, sin haber visto ‘Ispansi’, sin haber visto absolutamente nada de lo que están preguntando… Claro, el entrevistado se da inmediatamente cuenta de ello, y de pronto se crea aquí un muro tremendo porque, lo primero de todo, parece que a este señor no le importa absolutamente nada… Entonces, tantos y tantos detalles que has dado de que sí has visto las películas, aunque sólo sea por agradar al creador, ¡joder!, eso es maravilloso… J. G.: Aún me encantaría poder seguir hablando de muchos más detalles, por ejemplo, me parecen magistrales esos guiones, de las tres películas, pero especialmente el de ‘Ispansi’, porque está urdido a base de diálogos y monólogos que tienen una profundidad… Un alcance metafórico… Una intencionalidad lograda en cada una de sus palabras… Me parece que mantiene una sintonía especial con el argumento y con la trama que se narra en la ‘voz en off’… Ese equilibrio es algo muy difícil de conseguir y creo que está realmente logrado… Uno de mis monólogos predilectos es el de Paula en el enfrentamiento con su hermano, a su regreso a España, cuando le pregunta si lo pasó mal por verse obligada… C. I.: A convivir con los que no tienen religión… J. G.: …y ella le hace ver la realidad que ha vivido todos estos años desde el punto de vista de Álvaro… Parece que le ha calado, aunque el espectador pueda pensar en algún momento que ha vivido más alejada de sus vivencias y experiencias ideológicas, y le hace ver cómo realmente sienten los de la otra parte… C. I.: A mí siempre me ha parecido más interesante escuchar ese discurso en una mujer que siempre ha sido católica y de derechas que situarlo en la obviedad del protagonista masculino que es un hombre de izquierdas y que es evidente que piensa así… Me parece que la evolución de la gente que ha estado con esos ‘diablos rojos’ y ha convivido con ellos y ha comprobado que son seres humanos absolutamente normales y corrientes es un poco lo que le vierte a su hermano en la cara… J. G.- ¿Y aquella anécdota fue real, cuando el hermano le salvó la vida en aquél encuentro que tuvieron con el hermano cuando estaban en Rusia como divisionarios…? C. I.: El hecho de que estuviera dentro de un personaje que fuera el hermano de la protagonista y demás eso no fue real, lo que sí es real es lo que te he dicho antes, que los divisionarios, en numerosas ocasiones, cuando encontraban a partisanos españoles, porque los españoles, como no conocían el idioma, no podían luchar como soldados regulares… Entonces… Hacían guerra de guerrillas, golpes de mano contra los alemanes… Y al no llevar uniforme los alemanes podrían inmediatamente fusilarles en el lugar en el que les encontraran… Estaban armados y no llevaban uniforme… Entonces la División Azul salvó a cantidad de españoles, por eso después debes incorporarlo en el argumento de la forma que mejor se adapte… El personaje de la protagonista está sacado de una historia que me contó mi madre, que se crió al lado de San Francisco El Grande, en el Madrid antiguo, y un día paseando con ella, yo tendría unos 17 años, al llegar a un bloque de casas que era una casa burguesa muy opulenta, me dijo: “Aquí en el tercero, vivía una mujer que se murió de pena porque a su hijo se lo llevaron a Rusia”, y claro, el que a una mujer de esa casa le llevaran un hijo a Rusia era algo que se salía un poco de lo normal, estamos hablando de una mujer que pertenecía a la derecha española, y entonces deduje, a lo mejor, por eso se murió de pena… Y a partir de ahí… Recordando esta historia que me contó mi madre es cuando escribí el personaje femenino de ‘Ispansi’… Era una mujer de derechas metida en un mundo de izquierdas, ¿no?... No sé si ha ocurrido pero podía haber ocurrido perfectamente porque además, era muy frecuente cuando habías tenido un hijo fuera del matrimonio, que colocaran al crío en una inclusa, y fueron los primeros que el gobierno republicano se llevó fuera de España porque como no había nadie que decidiera por ellos, fue el Estado el que decidió, y a muchos de ellos se los llevaron a la Unión Soviética… Entonces me pareció que una cosa estaba relacionada con la otra o podría estarlo… J. G.- También me pareció fabulosa esa planificación que realizas en la parte rusa, esa filmación con planos cenitales realizados con grúa, lo que le otorga un aspecto onírico a las imágenes, retratando paisajes que recuerdan mucho a la inmensidad de la tundra, con árboles distribuidos de forma pictórica y con juegos de líneas que se interseccionan con el trazado del ferrocarril al avanzar junto a los límites de los montes… ¿Resultó a raíz de un arduo trabajo de localización e iluminación, os encontrasteis allí mismo con el paisaje o estaba muy meditado antes de la filmación?... C. I.: Sinceramente no fue premeditado porque con una película española nunca sabes dónde vas a poder rodar… Entonces digamos que sí había cierta estética aunque sólo te viniera de tantas y tantas películas sobre la Segunda Guerra Mundial, sobre todo visioné un montón de películas soviéticas de aquella época, que se hicieron o en plena guerra, o a muy pocos años de terminar la Segunda Guerra Mundial, pero después nos encontramos con el hecho del paisaje real que tiene el Yura, el tamaño de los abetos, cómo son, cómo son las vías, cómo son los montes, cómo es el grosor de la nieve y cómo son los ambientes… Y a partir de ahí, como te decía antes, la ayuda de Tote fue impresionante porque, de pronto sacamos partido a lo que teníamos… Digamos que en una película española, al contrario que cuando tienes una película real, grande, tienes que adaptarte a lo que sabes que vas a tener… Y dejar de seguir soñando porque si no te vuelves loco… O sea… Si pides un imposible no haces la película… Entonces, de lo que hay que sacar partido es de lo que tienes… Si yo sé que sólo puedo rodar en este patio, vamos a rodar en este patio para sacarle partido con mucho cariño… Porque como yo en vez de esto quiera un patio en un castillo medieval pues me volveré loco… Entonces es lo que hay… J. G.: Permíteme dos comparaciones, quizás sean dos atrevimientos pero a mí me pareció muy ‘eisensteniano’ el montaje de la muerte de Javier, el hijo de Paula, con la caída del frasco de mermelada sobre la vía, que habían cogido por necesidad, ese montaje que realizas eludiendo directamente el atropello a base de primeros planos, por una parte me parece un homenaje fabuloso a ‘Sergei M. Eisenstein’, por cierto, homenajeado en su propia tierra y, por otra parte, también me recordó mucho a ‘Truffaut’, la pequeña burla que hacen los chicos de la escena de amor entre Álvaro y Paula… C. I.- Es verdad… No había caído en ello hasta que lo has dicho, pero es verdad… Si es cierto que yo me fijé mucho en el expresionismo alemán, en el expresionismo de los años veinte y treinta, entonces digamos que ‘El acorazado Potemkin’ tiene unos primeros planos de los campesinos y obreros del muelle y de los soldados, que son maravillosos, que obviamente a mí me hubiera gustado tener esos rostros campesinos y esos rasgos que ahora ya es muy difícil porque todos nos damos crema y entonces… (risas) La cosa cambia mucho… Pero sí es cierto que una idea que tengo para una película que quiero rodar en Alpes, también tendré que hacer un ‘casting’ muy especial para encontrar ese tipo de caras, y todo eso de la mermelada tiene que ver con esa forma de contar de aquellos momentos; a ellos les horrorizaba la obviedad de contar la crueldad de un atropello a un niño de esa edad, digamos que lo sugerían, no había para nada la necesidad de quedarse con las tripas colgando en el tren, que es algo que ahora se haría con la mayor naturalidad, puesto que todo el mundo está acostumbrado a ver esos horrores… Pero no, a mí me pareció que quedaba mucho mejor, además, siendo el hijo de la protagonista… J. G.: He encontrado infinidad de homenajes en tu película pero quizás sea otro el momento de ahondar en ellos… C. I.: Hay homenajes que quedan en la retina, nunca olvidaré aquél de cuando estábamos en el Festival de Huelva, donde nos dieron el Premio del Público, que un periodista me dijo: “¡Qué maravilloso que hayas elegido el banco rojo para morir el protagonista en el parque!” y le dije: “Me encantaría decirte que está elegido… Eran los bancos que tenía el parque… Y como no tengo presupuesto para cambiar el color, los teníamos rojos y rojos eran…” Lo cierto es que no le viene mal… Pero vamos… Me gustaría tirarme el rollo contigo y decir que los elegí rojos pero… J. G.: La casualidad a veces colabora a favor de la historia y del director… C. I.: Incluso en el subconsciente porque quizás eliges ese parque cuando ha quedado en tu subconsciente que era el parque que tenía el banco rojo… J. G.: Enhorabuena de nuevo y gracias por esta entrevista… C. I.: Muchas gracias a ti…